Lunes de la tercera semana de Adviento – 15 de diciembre de 2025

Números 24,2-7.15-17a; Mateo 21, 23-27

Homilía

          Las lecturas de hoy nos llaman a la pureza de corazón y a la verdad en nuestro comportamiento hacia las personas y los acontecimientos.

          Los fariseos eran los líderes religiosos del pueblo de Israel, encargados de preparar a este pueblo para la llegada del Mesías. Pero en la época de Jesús, se habían convertido en una clase de hombres centrados en sí mismos, en su importancia y en sus privilegios. En consecuencia, cuando se presenta el Mesías cuya llegada tenían la misión de preparar, no saben reconocerlo. Y Jesús, que anuncia la Buena Nueva al pueblo sencillo, en el Templo, no tiene Buena Nueva para ellos, porque no están dispuestos a recibirla.

En contraposición, la primera lectura de nuestra celebración nos presenta al profeta Balaam, un pagano. La Escritura lo presenta como un adivino al servicio del rey de Moab. Es un hombre sencillo, honesto y recto. Entonces el Espíritu de Dios viene sobre él. Y cuando el rey de Moab le pide que pronuncie una maldición contra Israel, él pronuncia más bien una bendición, que es una de las profecías más hermosas de la venida del Mesías en el Antiguo Testamento.

          Acerquémonos a la celebración de la Navidad con humildad, como Balaam sobre su burro, como paganos que aún necesitan convertirse y no como fariseos convencidos de su valor espiritual. Y Jesús sabrá revelarse a nosotros, tal vez incluso a través de las palabras de un burro, como le sucedió a Balaam.

Armand Veilleux