11 de diciembre de 2021 - Sábado de la 2ª semana de Adviento

Si 48:1-4, 9-11; Mt 17:10-13

H o m e l i a

          Desde el comienzo del Adviento, la primera lectura de la misa es del libro de Isaías. De este modo, hemos recorrido rápidamente este hermoso Libro, a través de textos bien elegidos con sabor mesiánico, y especialmente, durante la última semana, la segunda parte del Libro de Isaías, llamada "El Libro de la Consolación de Israel".

 

          A partir de hoy, la primera lectura nos traerá, uno tras otro, a varios otros profetas o sabios de Israel.  Hoy será Ben Sirach el Sabio, en un texto que habla del profeta Elías y que, al igual que el profeta Malaquías, anuncia el regreso de Elías al final de los tiempos. Sabemos que Jesús, en su testimonio sobre Juan el Bautista, dijo que "el profeta que ha de venir es él".

          Esta afirmación de Jesús se encuentra dos veces en el Evangelio de Mateo, y tenemos la segunda en el Evangelio de hoy. La primera afirmación de Jesús fue hecha a los discípulos de Juan que habían venido a preguntarle: "¿Eres tú el que ha de venir?  Hoy Jesús responde a una pregunta explícita de sus propios discípulos que le preguntan por qué los escribas dicen que Elías debe venir primero antes de que aparezca el Mesías.  Es evidente que los escribas se basaban en la profecía de Malaquías.  Jesús responde entonces que Elías sí ha vuelto, pero en la persona de Juan.

          La importancia que la liturgia da a la figura de Juan el Bautista, de la que nos habló el Evangelio del domingo pasado, y de la que nos hablará de nuevo el Evangelio de mañana, se basa en que su misión era, en definitiva, preparar al pueblo para recibir al Mesías.  Su mensaje era de conversión.

          Este mensaje también está dirigido a nosotros.  Mientras nos preparamos para celebrar la Encarnación del Hijo de Dios, debemos preparar nuestros corazones para esta celebración.  Lo que celebramos en Navidad no es sólo el hecho de que Dios vino una vez, hace dos mil años, sino también el hecho de que viene una y otra vez a nuestras vidas.  Y por eso el voto monástico de "conversión" es un compromiso de convertirse continuamente para prepararnos continuamente a esta venida de Dios a nuestras vidas. 

          Jesús no es el que ha venido, ni el que vendrá.  Él es el que viene.

Armand Veilleux