9 de diciembre de 2021 - Jueves de la segunda semana de Adviento

Isaías 41:13-20; Mateo 11:11-15

Homilía

          Juan el Bautista envió a sus discípulos a Jesús desde la cárcel para preguntarle si era él el que iba a venir o si había que esperar a otro.  Jesús contestó diciendo: " Vayan y cuenten a Juan lo que han visto: los cojos caminan, los sordos oyen, etc.", refiriéndose explícitamente a muchas de las profecías de Isaías que hemos escuchado en la primera lectura de la Misa en estos días.

 

          Después de que los discípulos de Juan se fueron, Jesús dijo a la multitud: "¿Qué salisteis a ver al desierto?... ¿una caña agitada por el viento? ¿un hombre con ropas finas? No, sino un profeta y más que un profeta.  Y luego añadió las palabras del Evangelio de hoy: "Entre los nacidos de mujer, nadie se ha levantado más grande que Juan el Bautista.  Y aludiendo a una profecía de Malaquías, a la que volvería a referirse un poco más tarde, les había dicho que Juan era ese Elías que iba a volver antes de la venida del Mesías. 

          En esta última declaración de Jesús hay una incisión bastante misteriosa. "Desde los tiempos de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos ha sido objeto de violencia, y los violentos han tratado de apoderarse de él. Acabo de citar esta frase de la versión de nuestro leccionario litúrgico (frances), que no es una verdadera traducción sino una interpretación.  El texto original dice: "El reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan". Este misterioso texto ha conocido varias interpretaciones tanto en la época patrística como entre los exegetas modernos.  La traducción de nuestro leccionario (frances) es una de estas interpretaciones.  Otra interpretación vería en el texto una afirmación del poder del reino que supera toda oposición y persecución.  Pero también hay una tercera interpretación -la que yo prefiero- según la cual la violencia a la que se alude aquí es la que uno debe hacerse a sí mismo, mediante la conversión, para alcanzar el reino de los cielos. 

          Sean cuales sean estas interpretaciones, procuremos hacernos violencia a nosotros mismos, mediante una sana penitencia y un auténtico esfuerzo de conversión, en este santo tiempo de Adviento, para prepararnos a la alegría de la Natividad.

Armand Veilleux