26 de julio de 2021 - Memoria de los Santos Joaquín y Ana

Ex 32:15-24.30-34; Mt 13:31-35

H o m e l i a

          El Evangelio es extremadamente discreto sobre la Virgen María.  Conocemos muy pocos detalles de su vida.  Es como si los evangelistas quisieran que toda nuestra atención se centrara en lo esencial de ella, es decir, que era la Madre del Hijo de Dios.  Lucas, que dice un poco más que los demás, abre su relato de la Encarnación con esta fórmula sencilla pero solemne: "El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una joven dada en matrimonio a un hombre llamado José, de la casa de David; esta joven se llamaba María." 

 

          Así, sabemos que María vivía en la ciudad de Nazaret, en Galilea, y que debía ser de la casa de David, como José, su prometido.  Ninguno de los Evangelios nos dice nada sobre sus padres.  En cualquier caso, es evidente que tuvo una madre y un padre, a los que la tradición ha dado los nombres de Ana y Joaquín.  Muchos otros detalles han sido añadidos en los evangelios apócrifos, en revelaciones privadas -verdaderas o falsas- y por escritores espirituales de todo tipo.  Independientemente de todos estos detalles reales o imaginarios, hoy simplemente recordamos al padre y a la madre de María.

          Si situamos a María en la historia de la humanidad, donde aparece, al final de una larga evolución que comenzó el día de la creación del hombre y de la mujer a imagen de Dios, como el ser humano en el que la apertura y la receptividad a la semilla de vida divina habían alcanzado su pleno desarrollo -para poder ser la Madre de Dios-, es evidente que sus padres tuvieron que ser personas excepcionales.  No sólo debieron ser personas excepcionales, porque a través de ellas se transmitió esta extraordinaria gracia a la humanidad, sino que también debieron ser santificadas por la presencia en su familia de la que sería la Madre de Dios.

          ¿Eran conscientes del misterio al que se enfrentaban, y hasta qué punto? -- sólo Dios lo sabe. No importa, en cierto modo.  Tengo la impresión de que la memoria litúrgica de hoy es un poco diferente de otras.  En el caso de otros santos, celebramos su martirio o el ejemplo de su vida.  En el caso de Joaquín y Ana, el sentido de este memorial me parece que es simplemente decirles: "¡Gracias por habernos dado a María!".