Homilías de Dom Armand Veilleux en español.

8 de diciembre de 2013 - Solemnidad de la Inmaculada Concepción

Génesis 3:9...20; Ef 1:3...12; Lucas 1:26-38

Homilía

Las lecturas de esta mañana son extraordinariamente ricas.  Nos presentan un grandioso fresco de la Historia de la Salvación desde el momento de la creación hasta la plenitud de los tiempos.  E incluso la carta a los Efesios nos lleva más atrás, incluso antes de la creación del mundo, al momento en que todos fuimos elegidos en Cristo para ser, en el amor, sus hijos e hijas, santos e irreprochables ante él.

6 de diciembre de 2022 - Martes de la 2ª semana de Adviento

Isaías 40, 1-11; Mateo 18, 12-14.

S. Nicolás

Homilía

          La primera lectura de hoy, tomada como en días anteriores del Libro de Isaías, es el comienzo de la segunda parte de ese Libro, o lo que se llama el Segundo Isaías, y por tanto también el comienzo de lo que se conoce con el hermoso nombre de Libro de la Consolación de Israel. Es al mismo tiempo la historia de la vocación del profeta. 

1 de diciembre de 2022 - Jueves de la 1ª semana de Adviento

Isaías 26, 1-6; Mateo 7, 21. 24-27

Homilía                     

           Los pocos versos del Evangelio que acabamos de leer son el final de lo que llamamos el Sermón de la Montaña, ese largo discurso en el que Mateo recoge todos los elementos más importantes de la enseñanza de Jesús.  Después de estos pocos versos, Mateo añade una conclusión, que no hemos leído, que es: "Cuando Jesús terminó estos discursos, las multitudes se asombraron de su enseñanza; porque les enseñaba como hombre de autoridad, y no como sus escribas."

5 de diciembre de 2022 - Lunes de la segunda semana de Adviento

Isaías 35:1-10; Lucas 5:17-26

Homilía

           Durante la mayor parte del Año Litúrgico, tenemos una lectura aproximadamente continua de uno de los tres Evangelios sinópticos, y la primera lectura se elige según ese Evangelio.  Ahora bien, durante el Adviento (al menos durante la mayor parte del mismo) el leccionario nos lleva rápidamente a través del Libro de Isaías, eligiendo las más bellas profecías mesiánicas a lo largo del camino; y los evangelios de cada día se eligen para armonizar con esta lectura de Isaías.

29 de noviembre de 2022 - Martes de la 1ª semana de Adviento

Isaías 11:1-10; Lucas 10:21-24

Homilía

El Evangelio que acabamos de leer incluye algunos puntos de contacto con el Magnificat de la Virgen María, que son muy interesantes y sumamente reveladores.

Cuando Jesús da gloria a su Padre por haber revelado a los pequeños las cosas ocultas a los sabios, los pequeños de los que habla son sus discípulos.  Y estos no eran niños ingenuos.  Eran hombres adultos que conocían los caminos del mundo: Mateo, el recaudador de impuestos, sabía cómo hacer dinero; Judas, el zelote, conocía el arte de la guerra de guerrillas; Pedro, Santiago y Juan eran pescadores que sabían cómo guiar su barca en el lago y echar la red.  Habían renunciado a todo para convertirse en seguidores de Jesús.  Cuando Jesús les invita -y nos invita- a la sencillez de corazón, no nos está invitando a una actitud infantil ni a un tipo de espiritualidad infantil.  Nos invita a una forma muy exigente de pobreza de corazón.  Nos invita a seguirle como discípulos suyos y, por tanto, a renunciar a todas nuestras fuentes de seguridad, y especialmente a nuestro afán de poder, del mismo modo que sus discípulos lo dejaron todo para seguirle.

La gran característica del niño es su impotencia.  El niño puede ser, a su manera, tan inteligente, cariñoso, etc. como un adulto.  Pero como todavía no ha acumulado conocimientos, posesiones materiales y relaciones sociales, es impotente.  En cuanto nos hacemos adultos, queremos ejercer el poder y el control: sobre nuestra propia vida, sobre otras personas, sobre las cosas materiales y, a veces, incluso sobre Dios.  Esto es lo que Jesús nos pide que dejemos cuando nos pide que seamos como niños pequeños.

Un ejercicio útil de autoconocimiento podría ser examinar las diversas formas en que se expresa nuestro deseo de poder en diferentes aspectos de nuestra vida, y cómo defendemos ese poder.  Contemplemos, pues, a nuestro Señor, que no vino como un rey poderoso en su trono, sino como un niño pequeño en un pesebre.

Es a su luz que debemos releer la primera lectura (del Libro de Isaías) y ver en ella el mensaje de Dios que quiere una humanidad sin fronteras, sin guerras, sin lobos ni serpientes, sin hombres violentos.  Quiere una humanidad marcada por la armonía: armonía entre las mujeres y los hombres, entre los humanos y su entorno; una humanidad marcada por la justicia, sin privilegios, sin pobres oprimidos, sin jueces injustos; una humanidad en la que las naciones ya no estén separadas por las montañas y los barrancos de sus religiones, sus credos políticos, sus sistemas teológicos o filosóficos. En una palabra, una humanidad sin guerras. 

           La profecía de Isaías pinta un cuadro en el que el niño pequeño conduce juntos al lobo y al cordero, al leopardo y al cabrito, al ternero y al león joven; en el que la vaca y el oso tendrán el mismo pasto, el león comerá con el buey; y en el que el niño jugará en el nido de la cobra.  Sí, el movimiento de la historia va en esta dirección.  Y, sin embargo, los periódicos nos recuerdan que la violencia, el ansia de poder y el dinero siguen estando presentes.  Tantos crímenes cotidianos nos recuerdan que no todo el mundo está aún lleno de un espíritu de amor y paz... ¿Lo hacemos?

¿Es esto una utopía? Por supuesto! Al igual que la llamada a ser perfectos como nuestro Padre celestial.  Una utopía a la que vale la pena dedicar toda nuestra vida.  Un ideal y una meta que sólo podemos alcanzar por una vía, la de la conversión.  Y esto fue lo que el Espíritu del desierto, hablando por boca de Juan el Bautista, exigió a todos.  La conversión radical que los fariseos y saduceos no pudieron lograr, nosotros no podemos lograrla más que ellos.  Necesitamos el bautismo de fuego: es decir, la acción del Espíritu, el viento ardiente del desierto, que consume todas las impurezas y contaminaciones de nuestra vida y de nuestro corazón.

Armand Veilleux

4 de diciembre de 2022 - 2º domingo de Adviento "A"

Es. 11,1-10; Rom. 15,4-9; Mat. 3,1-12

Homilía

          El libro de los Hechos nos cuenta la historia de Pablo, que encontró a un grupo de creyentes en Éfeso y les preguntó: "¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando os hicisteis creyentes?" -- "No -respondieron-, nunca hemos oído hablar de la existencia del Espíritu Santo".  Entonces Pablo les preguntó: "¿Qué bautismo habéis recibido?" -- "Recibimos el bautismo de Juan el Bautista" -respondieron.  Entonces Pablo les citó el mensaje dado por Juan en el Evangelio de hoy: "Yo os bautizo en agua... Pero el que viene detrás de mí... os bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego".

13 de noviembre de 2022 - 33º domingo "C"

Mal 3:19-20a; 2 Tes 3:7-12; Lucas 21:5-19

Homilía

          Han pasado casi dos mil años desde que se escribieron las palabras que acabamos de escuchar, y muchas veces durante estos dos mil años los acontecimientos trágicos han parecido anunciar el fin del mundo.  Primero fue la toma de Jerusalén y la destrucción del Templo, que parece ser lo que nuestro Evangelio anuncia primero.  Luego, en Occidente, se produjeron las sucesivas oleadas de invasiones "bárbaras", que marcaron el fin de una sociedad; después la peste negra, que mató a dos tercios de la población de Europa; y, más cerca, las dos guerras mundiales, y desde entonces el peligro constante de un cataclismo nuclear.