10 de diciembre de 2023 - 2º domingo de Adviento "B"

Isaías 40:1-5. 9-11; 2 Pedro 3:8-14; Marcos 1:1-8.

HOMILIA

          Todos esperamos un montón de cosas que tardan en llegar. La paz, por ejemplo, que los países en guerra están esperando. Es bueno entonces escuchar de nuevo la reflexión de San Pedro que nos dijo al principio de la segunda lectura: "Amados, hay una cosa que no debe escapárseles: para el Señor, un día es como mil años, y mil años son como un solo día".

          San Pedro también nos exhorta a esperar la llegada del día de Dios. ¿Y qué vamos a hacer mientras esperamos? "Hacedlo todo", dice, "para que Cristo os encuentre sin mancha y en paz".  

          ¡Paz! Está muy lejos de nuestra humanidad. Hay muchos focos de guerra en todo el mundo. Asesinada por tantas guerras y por toda la miseria que conlleva, nuestra humanidad está muy necesitada de consuelo. Por lo tanto, las palabras del Libro del Consuelo en Isaías (1ª lectura) son muy acertadas: "Conforta, consuela a mi pueblo, dice Dios. Habla al corazón de Jerusalén y proclama que... su crimen está perdonado". El Señor, dice de nuevo Isaías, "viene con poder y su brazo es victorioso". ¿Qué significa "su brazo es victorioso"? ¿Vendrá como un poderoso guerrero a liberarnos de nuestros enemigos? -- No, el resto del texto nos dice por el contrario que viene como un pastor y que "su brazo recoge los corderos, los lleva en su corazón y cuida de las ovejas que amamantan a sus crías".

          Pero esta venida del Señor que viene a consolar a su pueblo debe estar preparada. Una voz, dice el profeta, proclama: "Preparad el camino del Señor a través del desierto. Haced en las tierras áridas un camino suave para nuestro Dios.   ¡Todo barranco se llenará, toda montaña y colina se bajará, las escarpas se convertirán en una llanura, y los picos en un amplio valle! Entonces se revelará la mano derecha del Señor..."

          Las montañas que hay que bajar y los barrancos que hay que llenar son todas las cosas que separan a los pueblos y también separan a todos los pueblos entre sí, dentro de una nación, una familia o una comunidad. Es a través de la conversión, personal y colectiva, que estas brechas se salvan y estas montañas se bajan.

          Conversión: Esta es la primera palabra del mensaje de Juan el Bautista, como será la primera palabra del mensaje de Jesús. Juan "proclamó un bautismo de conversión para el perdón de los pecados", nos dice Marcos. Y sabemos por el texto paralelo de Lucas lo que Juan quiso decir con "conversión". A las multitudes que le preguntaban: "¿Qué debemos hacer?", él respondía: "Si alguien tiene dos abrigos, que comparta con el que no tiene ninguno; si alguien tiene comida, que haga lo mismo". A los recaudadores de impuestos les dijo: "No pidan más de lo que se les ha dado", y a los militares: "No usen la violencia ni hagan daño a nadie". ¡Tenemos todo un programa de Adviento aquí!

          Esforcémonos, durante esta temporada de Adviento, en prepararnos para la venida de nuestro Libertador suavizando las montañas de nuestras ambiciones y egoísmo y salvando las distancias de todo lo que nos puede separar.

Armand Veilleux