8 de noviembre de 2023 - Miércoles de la 31ª semana del Tiempo Ordinario
Homilia
Los textos del Evangelio de esta semana están tomados de la larga sección del Evangelio de Lucas que nos lleva con Jesús en su ascenso a Jerusalén, donde será condenado a muerte. En este punto, grandes multitudes le siguen en su ascenso.
Es a estas multitudes -no a unos pocos discípulos elegidos- a quienes Jesús expone las exigencias que se plantean a quien quiere seguirle. Estas exigencias pueden reducirse a dos: la primera es la que San Benito resume en su Regla con las palabras: "No prefieras nada a Cristo" (RB 4,24). Si alguien viene a mí -dice Jesús- y no me prefiere a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El segundo requisito es la disposición a aceptar todos los sufrimientos, incluida la incomprensión y la persecución que puede provocar una opción tan radical. El que no lleva su cruz para caminar detrás de mí -dice- no puede ser mi discípulo.
En la medida en que, individual y colectivamente, aceptemos vivir según estas exigencias evangélicas, siguiendo el ejemplo de Pablo, que dice a los filipinos que está dispuesto a derramar su sangre como libación por ellos, podremos hacer todos los discernimientos que se nos exigen cada día.