5 de noviembre de 2023 - 31º domingo "A-

Mal 1,14b - 2,1.2b.8-10; 1 Tes 2,7b-9.13; Mt 23,1-12

 

HOMILÍA

          Todos los textos de la Misa de hoy hablan de la paternidad/maternidad espiritual y de cómo ejercerla en el seno de la comunidad cristiana.

          La afirmación principal y más absoluta es la de Jesús: "no tenéis más que un Padre, el que está en los cielos". De aquí se deduce que quien ejerce una paternidad o maternidad en la familia, la sociedad o la Iglesia, está ejerciendo la de Dios, de quien es representante o vicario. Una vez bien reconocido esto, todo se armoniza fácilmente. La comunidad cristiana, no más que cualquier otra sociedad humana, no puede ser un grupo amorfo sin estructura. Debido a la naturaleza social del ser humano, la comunidad está constituida por un conjunto de relaciones, y estas relaciones están vinculadas a los diversos servicios que los miembros de la comunidad se prestan mutuamente.  

          El problema no son los nombres que damos a los distintos servicios, ni los títulos que otorgamos a quienes los prestan. Estos títulos varían según las sensibilidades de cada época y de cada cultura. Lo que cuenta es el espíritu con el que se realizan estos servicios.

          A lo largo del Evangelio, Jesús dice una y otra vez, claramente y de muchas maneras (véase, por ejemplo, el largo discurso del capítulo 18 de Mateo) que en el corazón de su comunidad están los pequeños y los necesitados. Si Jesús es tan severo con los Fariseos, y si tiene palabras muy duras para ellos, es porque habían creado un tipo de comunidad en la que ellos mismos eran el centro y desde la que imponían su voluntad a la gente en nombre de Dios.

          Una comunidad unida en la misma búsqueda de Dios respeta a sus dirigentes y a todos los que en ella tienen servicios que prestar, cualesquiera que sean, sabiendo que al hacerlo se respeta a sí misma. En la lectura de Malaquías (1ª lectura de la Misa de hoy), el profeta estigmatiza tanto a los sacerdotes que "no se han tomado a pecho la glorificación del nombre de Dios" como al pueblo que ha olvidado que tiene a Dios como Padre: Y nosotros, el pueblo de Dios, ¿no tenemos todos un solo Padre? ¿No nos creó un solo Dios? ¿Por qué habríamos de traicionarnos unos a otros, profanando así la alianza de nuestros padres?

          Los problemas estigmatizados por las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy surgen cuando los que mandan consideran que los honores les corresponden a ellos personalmente.

          La carta de Pablo a los Tesalonicenses es un buen ejemplo del espíritu con el que deben llevarse a cabo los ministerios o servicios dentro de la Iglesia. Pablo es muy consciente de su autoridad sobre las comunidades que ha fundado o incluso que acaba de visitar; y a veces afirma esta autoridad con una fuerza que casi nos incomoda. Sin embargo, el texto que hemos leído antes nos muestra claramente el espíritu con que lo hacía. Con un afecto tal vez más maternal que paternal: Hermanos, con vosotros hemos estado llenos de dulzura, como una madre que rodea de cuidados a sus hijos. Con tanto afecto hacia vosotros, quisiéramos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino todo lo que somos, porque habéis llegado a sernos muy queridos. Es sin duda en este hermoso texto en el que se inspira san Benito cuando recomienda al abad que se haga amar más que temer.

          Puesto que sólo Dios es nuestro padre y nuestra madre, esforcémonos siempre, en todas nuestras relaciones fraternas y en todos los servicios que debemos prestar en el seno de nuestra comunidad, por ser madres y padres los unos de los otros.

Armand VEILLEUX