14 de junio de 2023 -- Viernes de la 14ª semana

Gn 46, 1-7 28-30: Mt 10, 16-23

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Queridas hermanas y hermanos

          Quizá la primera lectura de la misa de hoy pueda ayudarnos a leer estos acontecimientos desde una perspectiva más amplia: la perspectiva de los planes de Dios sobre la humanidad.  Dios nunca quiere que ocurra el mal; y decir que Dios permite que ocurra el mal es incluso una expresión demasiado ambigua.  Pero Dios, en su misericordia, sabe utilizar nuestros errores e incluso nuestros pecados para llevarnos a una nueva fase en nuestra relación con Él, en nuestra historia de Salvación.

          La situación económica en Ur de Caldea -el actual Irak- había obligado a Abraham a exiliarse a la tierra de Canaán, donde él, su hijo Isaac y su nieto Jacob habían prosperado. La prosperidad de Jacob se vio entristecida por la pérdida de su hijo José, a quien sus hermanos habían vendido a unos mercaderes que iban a Egipto, en un momento de celos y odio.  Pero, como sabemos, José fue bendecido por Dios y se convirtió en un hombre poderoso en Egipto y fue el salvador de sus hermanos y de su padre y de todas sus familias cuando estalló la hambruna en Canaán. Y conocemos el resto de la historia.  Los Judíos no sólo prosperarán en Egipto, sino que se convertirán en esclavos de los egipcios, y algún tiempo después serán liberados por Dios de esa esclavitud en los acontecimientos que conmemoramos especialmente durante la Vigilia Pascual de cada año.   

          Si miramos la historia de nuestra vida personal y de nuestra vida comunitaria con espíritu de fe, nos daremos cuenta fácilmente de que acontecimientos que nos resultan muy dolorosos cuando suceden se convierten en ocasiones de nuevas bendiciones y de nuevo crecimiento.  Durante esta Eucaristía, pidamos unos para otros la gracia de ser capaces de mirar todos estos acontecimientos personales y comunitarios con ojos de fe, y de leerlos como momentos de una larga historia de salvación y de amor.