13 de enero de 2022 -- Jueves de la 1ª semana par

1 Samuel 4, 1-11; Mc 1, 40-45

Homilía

          "Un leproso se acercó a Jesús y le suplicó de rodillas: 'Si quieres', le dijo, 'puedes curarme'". -- En esa breve frase hay varios elementos que merecen ser considerados con gran atención. 

          En primer lugar, el hombre es consciente de su necesidad de curación, que es la primera condición para pedir ayuda y para recibirla.  Todos estamos heridos de muchas maneras, en primer lugar moralmente, por nuestros pecados, luego quizás también psicológicamente, emocionalmente o incluso físicamente, por los diversos accidentes de la vida.  El primer paso hacia la curación es reconocer que la necesitamos.

          "Tú puedes curarme", dice el leproso.  Este es su acto de fe en Jesús.  Reconoce que Jesús tiene el poder de curar.  Esta es la segunda condición para que se produzca la curación.  Con fe en Jesús todo es posible.  Sin esa fe, nada es posible.

          "Si quieres".  El hombre no trata de presionar a Jesús.  Sabe que todo depende de su buena voluntad.  Muy a menudo hacemos justo lo contrario.  Queremos manipular a Dios, queremos obligarle a hacer según nuestra voluntad.

          Y mientras dice esas pocas palabras el leproso está de rodillas suplicando, que es la actitud de la oración.

          ¿Y cuál es la reacción de Jesús ante un acto de fe tan suplicante?  Jesús se sintió movido por la compasión.  La palabra griega que utiliza Marcos significa que "se conmovió hasta las entrañas".  Es una palabra que se utiliza siempre en el Nuevo Testamento, para significar que Jesús (o su Padre) está profundamente conmovido hasta el fondo de su corazón y de su alma por las necesidades o el sufrimiento de alguien.  Entonces Jesús realiza el sacramento de la curación.

          Un sacramento siempre incluye dos elementos, un gesto físico y una palabra.  Jesús no suele curar sólo con palabras.  Toca al hombre con su mano.  Toca a alguien que era intocable, alguien a quien nadie podía acercarse, y dice: "Por supuesto que quiero".  Y por esta combinación de toque y palabra el hombre queda curado.

          Aunque Jesús le dijo que no contara esto a nadie, el hombre está tan lleno de alegría y agradecimiento, que va por todas partes predicando la buena noticia de su curación. Y Jesús no le reprocha nada. 

          ¿Cuántas veces se ha conmovido Jesús por nuestra miseria? ¿Y cuántas veces nos ha tocado a través de sus sacramentos? ¿Y cuántas veces nos ha curado de nuestros pecados y otras enfermedades?  ¿Hemos ido por ahí contando a todo el mundo la bondad de Dios hacia nosotros?