20 de octubre de 2021 -- Miércoles de la  29ª semana del TO

Rm 6, 12-18 ; Lc 12, 39-48

Homilía

Debemos estar preparados, no porque la muerte pueda visitarnos a cada momento; no porque el fin del mundo pueda ocurrir a cada momento.  Debemos estar preparados para la llegada del Señor porque siempre viene.  Él es el Emmanuel, que siempre está con nosotros, porque siempre viene a visitarnos.

 

Esta preparación nos la presenta el Evangelio no como algo puramente individual, sino como una responsabilidad eclesial.  Jesús no dice: cuando el maestro venga, deben dejar todas sus ocupaciones para hacer la limpieza final de su propia alma.  No.  Jesús dice: "Dichoso el administrador fiel y sabio que no olvida su administración".

No somos dueños de nada.  Somos administradores.  No poseemos la fe; la hemos recibido como un tesoro que debemos compartir.  Ser testigos es una dimensión de nuestra misión como cristianos.

Ni siquiera nuestro propio carisma religioso nos pertenece.  Pertenece, como todo carisma, a todo el pueblo de Dios.  Sólo somos sus administradores y debemos dar cuenta de nuestra administración de este carisma no sólo a Dios sino a todo el pueblo de Dios.  

Todos estos carismas, los recibimos no para esconderlos en la tierra y devolverlos intactos al Maestro después, sino que los recibimos con la misión de hacerlos fructificar.

El mayor regalo de todos, lo recibimos en esta Eucaristía que estamos celebrando.  Recibimos el amor de Cristo por nosotros en forma de su cuerpo y su comida.  También este amor es un tesoro del que sólo somos administradores.  No lo recibimos para atesorarlo sólo en el secreto de nuestro corazón.  Lo recibimos para comunicarlo como un fuego que debe incendiar todo y a todos los que nos rodean.