9 de mayo de 2021 - 6º domingo de Pascua "B”

Hechos 10:25...48; 1 Jn 4:7-10; Jn 15:9-17

Homilía

          En el Evangelio del domingo pasado, Jesús dijo a sus discípulos: "Yo soy la vid y vosotros los sarmientos"; y les recordó que sólo los que permanecen en él dan fruto.  En el Evangelio de hoy, que es una continuación del mismo discurso, Jesús expresa la misma preocupación de que sus discípulos den fruto: "Os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y para que vuestro fruto permanezca".  

            Sin embargo, la revelación de Jesús sobre la naturaleza de la relación entre él y sus discípulos ha pasado a un registro diferente.  Ya no se trata simplemente de una relación como la del sarmiento con la vid, sino de una relación interpersonal de amistad: "Ya no os llamo siervos... os llamo amigos".  Y no se trata simplemente de que los lazos afectivos de Jesús con los suyos se hagan más intensos al sentir que se acerca su muerte.  Es más bien una nueva revelación sobre los lazos que le unen a su Padre y a sus discípulos.

          Lo que se revela aquí es una cadena de amistad: el Padre ama al Hijo y el Hijo ama al Padre como es amado por él.  Asimismo, ama a sus discípulos como es amado por su Padre y como él ama a su Padre, y pide a sus discípulos no sólo que le amen a él y a su Padre, sino que se amen entre sí con el mismo amor.  Es cuando nos dejamos atrapar sin restricciones en esta cadena de amistad que podemos tener esta relación de amigo a amigo con Dios, como Moisés que conversó con Dios cara a cara como un amigo con su amigo.

          A esta danza del amor están llamados todos, sin excepción, pues, como se le aclara a Pedro cuando Cornelio envía a buscarlo, "Dios no hace acepción de personas".  Este es un tema clásico en toda la Biblia, incluso en el Antiguo Testamento (Deut. 10:17; 2 Cor. 19:7; Sir 35:13; Rom. 2:11; Gal. 2:6; Ef. 6:9; Col. 3:25; 1 Pedro 1:17).  Todos somos objeto del cuidado paternal de Dios; y si alguna vez somos privilegiados, es cuando más lo necesitamos.  º

          Otro aspecto de la revelación de Jesús aquí es la relación entre el amor y el conocimiento.  Como lo expresará más tarde el apóstol Juan en su primera carta: Dios es amor, y quien no ama no conoce a Dios.  Ya en el Antiguo Testamento vemos que Dios revela sus secretos y planes a sus siervos los profetas.  Del mismo modo, Jesús dice a sus discípulos que, puesto que son sus amigos, les ha revelado todo lo que ha aprendido de su Padre.  Entre amigos hay plena confianza y no hay secretos. 

          Además, la amistad de la que habla Jesús aquí no es una amistad fácil.  Es exigente.  Inmediatamente después de decir "amaos los unos a los otros como yo os he amado", Jesús alude a la Cruz, añadiendo: "Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos".  Por eso, todos estamos llamados a amarnos unos a otros hasta el punto de dar la vida por los demás. 

          Este es nuestro modelo, pero también es la fuente de nuestra alegría.  Fue en la víspera de su muerte cuando Jesús habló de su alegría y dijo a sus discípulos que les había revelado todas estas cosas para que esa misma alegría estuviera en ellos y se llenaran de ella.  Que también nosotros encontremos la plenitud de nuestra alegría en la entrega total a Dios en una vida de servicio mutuo que acepte todas las exigencias del amor. 

Armand Veilleux