26 de octubre de 2025, 30.º domingo del tiempo ordinario, ciclo C
Sir 35, 12-18; 2 Tim 4, 10-18; Lc 18, 9-14
HOMILÍA
Lucas nos dice que tanto el fariseo como el publicano subieron al templo a orar. El fariseo oró con sinceridad, y su oración bien podría considerarse humilde. Es cierto que es consciente de su rectitud, pero sabe que es un don de Dios. Da gracias a Dios por la gracia que ha recibido al ser un hombre justo: «Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres... Ayuno dos veces por semana y doy la décima parte de todo lo que gano». En realidad, su actitud no es muy diferente de la de Pablo en su carta a Timoteo: «He combatido el buen combate, he terminado la carrera, he guardado la fe...». En cuanto al publicano, ni siquiera se atreve a levantar los ojos al cielo. Simplemente dice: «Dios mío, ten piedad de mí, que soy pecador».