Martes de la 26ª semana del tiempo ordinario – 30 de septiembre de 2025
Homilía
La subida de Jesús a Jerusalén es uno de los grandes temas del Evangelio de Lucas. El Evangelio de hoy comienza con estas palabras: «Cuando se cumplió el tiempo de su ascensión al cielo, Jesús, con rostro decidido, se puso en camino hacia Jerusalén». Esta pequeña frase, que parece una introducción elegante e inocente, es en realidad de una intensidad estremecedora, si la analizamos un poco. Hay que decir que los traductores, en cualquier idioma, han tenido dificultades para transmitir toda la fuerza pregnante de las expresiones griegas empleadas por Lucas. «Cuando se cumplió el tiempo...», dice nuestra traducción. Lucas dice, literalmente, «Cuando los días iban a cumplirse...». Es la misma expresión que Lucas utilizó en su relato del nacimiento de Jesús: «Cuando se cumplió el tiempo en que ella (María) debía dar a luz...». Así pues, hemos llegado a un momento decisivo, al fin de los tiempos, al nacimiento definitivo de Jesús. Y ese nacimiento definitivo, ese fin de los tiempos, será su muerte. Nuestra traducción dice: «Cuando se cumplió el tiempo en que iba a ser llevado al cielo, Jesús, con el rostro decidido, se puso en camino hacia Jerusalén». Esta bella paráfrasis traduce bastante bien el sentido de la frase griega. Pero una traducción literal sería mucho más brutal. Habría que traducir: «Cuando se acercaba el tiempo en que iba a ser eliminado».
¿Cuál es la actitud de Jesús ante este brutal final de su ministerio, que ya se perfila? No solo es consciente de ello, sino que lo afronta y se dirige resueltamente hacia su objetivo. «Con el rostro decidido, (él) se puso en camino hacia Jerusalén». Aquí también, si se tradujera literalmente, se diría: «endureció su rostro para emprender el camino a Jerusalén», o bien, según otra traducción que refleja bastante bien el sentido, «emprendió irrevocablemente el camino a Jerusalén».
La misión de Jesús en la tierra terminará en un fracaso estrepitoso, llamado la Cruz. Desde muy pronto es consciente de ello. Esto no le impide ser totalmente fiel a su misión y aceptar con determinación el fracaso. En esto nos enseña mucho. Incluso en el orden puramente natural, la vida humana no es normalmente una larga sucesión de éxitos. Está compuesta, a todos los niveles, por una alternancia de éxitos y fracasos. La persona que madura y crece a lo largo de su vida no es la que niega sus fracasos, sino la que sabe gestionarlos, es decir, aceptarlos claramente por lo que son, aprender de ellos, poner punto final a un capítulo y, a continuación, pasar página con serenidad y comenzar otro capítulo. Siempre existe la tentación, ya sea de no reconocer el fracaso como tal y fingir que es un éxito, o de complacerse en él de forma masoquista. La actitud de Jesús es muy diferente: ha emprendido un camino y no se desviará de él, aunque sabe que Jerusalén matará al último de los profetas, como ha matado a muchos otros.
* * * Hoy hacemos la memoria de San Jerónimo.
Armand Veilleux