2 de enero de 2024 - Memoria de San Basilio Magno y San Gregorio Nacianceno

1 Jn 2, 22-28; Jn 1, 19-28

Homilía

            El Evangelio de ayer (1 de enero) presentaba a María, la contemplativa, que guardaba en su corazón y meditaba todo lo que oía acerca de su hijo. En la primera lectura de hoy, Juan, otro gran contemplativo, nos invita a hacer lo mismo: "En cuanto a vosotros, que permanezca en vosotros lo que habéis oído desde el principio. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre". Ahora que nos acercamos ya al final del tiempo de Navidad, debemos procurar que todas estas hermosas celebraciones no sean simples momentos alegres cuyo recuerdo se desvanece poco a poco, sino que produzcan en nosotros frutos duraderos. Y Juan nos invita a permanecer en Dios, ya que su "Unción" permanece en nosotros.

            Y luego, en el Evangelio de hoy, el énfasis cambia de repente. A partir de los relatos de la infancia de Jesús, nos dirigimos ya hacia su bautismo. Y sigue planteándose la cuestión de la identidad de Jesús. Del mismo modo que nos preguntábamos quién era ese niño que acababa de nacer y al que pocos tenían la gracia de reconocer, la cuestión de la identidad surgirá también en el momento del bautismo. Hay entre vosotros alguien a quien no reconocéis", dijo Juan el Bautista. Y continuará: "Hay uno de mis discípulos" (pues así debe traducirse la expresión "hay uno que viene detrás de mí -o uno que me sigue-") que es más grande que yo. Así pues, el Verbo de Dios, que se hizo niño para ser uno de nosotros, comenzó su ministerio público siendo primero discípulo de Juan el Bautista.

            Del mismo modo que la cuestión de la identidad de Jesús planteó la cuestión de la identidad de Juan el Bautista (Dinos, por fin, ¿quién eres?), también plantea la cuestión de nuestra propia identidad. "¿Quiénes somos?" -- Creados a imagen de Dios, sólo podremos percibir quiénes somos realmente penetrando cada vez más profundamente en el misterio de Jesús. Como María, guardemos todos estos acontecimientos y meditémoslos en nuestro corazón.