01 de abril de 2022 - Viernes de la 4ª semana de Cuaresma

Sab 2, 1a.12-22; Juan 7, 1-2.10.14.25-30

Homilía

Jesús no rechaza la muerte, ni la desea.  Sabe que, según la voluntad del Padre, hay un tiempo para todo.  Llegará el momento de ser detenido, juzgado, maltratado y finalmente condenado a muerte. Ese momento aún no ha llegado, por lo que nadie puede ponerle la mano encima, aunque se atreva a ir al Templo en la Fiesta de los Tabernáculos y predicar.

Ahora sabe que va a morir, pero también sabe que es en Jerusalén donde el Mesías va a ser ejecutado.  Por eso no va a Jerusalén para la gran fiesta con sus hermanos, probablemente porque los Judíos que quieren matarlo han tendido emboscadas en el camino.  No debe ser asesinado lejos de Jerusalén. Va a Jerusalén, pero llega allí en secreto y es cuando está en la zona del Templo cuando empieza a enseñar. 

Su enseñanza es diferente de lo que era antes.  Normalmente, habla sobre todo de su padre, y muy raramente de sí mismo.  Aquí, sabiendo que está a punto de morir, profesa claramente ser el Mesías, el amado del Padre, enviado por Él. Nunca antes había dejado tan clara su misión.  Ha sido enviado. Conoce al Padre que le ha enviado.  Y la dimensión del "saber" se vuelve más importante que nunca.  Los que le conocen, es decir, los que aceptan quién es realmente, conocen al Padre.  Los que no lo aceptan a él y a su misión, y por tanto no lo conocen, tampoco conocen al Padre

Como en la lectura que tuvimos del Libro de la Sabiduría, los que no lo conocen están ciegos, "porque su maldad los ha cegado".  "No conocen el consejo oculto de Dios".  -- Pedimos la gracia de conocer el consejo oculto de Dios, para que conozcamos verdaderamente a Jesús y, conociéndolo, conozcamos al Padre que lo envió para traernos la redención.