CAPÍTULO vii: Los primeros años del “aggiornamento”

7.2. tres testimonios sobre el capítulo general de 19697.

2.1. Dom Armand Veilleux| Un giro en la historia de la Orden

El capítulo general de 1969 fue, sin duda, el más importante de la historia de la orden desde el capítulo de la Unión de 1892. Fue un capítulo en el que se hizo una unión dentro de la orden que no se ha desmentido después, en el que se redactaron unos documentos importantes que siguen influyendo en la vida de la misma, y en el que la orden tomó decididamente el camino de la reforma post-conciliar. decir que fue un capítulo “carismático” no es acudir a un passe-partout.

Realmente, la acción del Espíritu Santo fue muy sensible en él.Es verdad que es demasiado pronto para escribir la historia de este período. no obstante, quiero contar qué me ha parecido este capítulo que viví muy profunda-mente. no participé en él como abad (fui elegido abad unos meses después de este capítulo general), sino como experto de la Región canadiense 14.El capítulo general comenzó con un ambiente de malestar y de tensión. las minutas oficiales hacen alusión con mucho tacto y discreción en unas líneas: “durante varias asambleas de los primeros días del capítulo general, las discu-siones trataron sobre las relaciones de la orden con la Santa Sede, así como sobre la actuación en estas relaciones del Rvm.º P. general, moderador supremo” (mi-nutas, p. 5).Estos primeros días en realidad estuvieron señalados por las discusiones res-pecto a una posible dimisión del abad general, dom Ignacio gillet. al no poder aceptar en conciencia algunas orientaciones y decisiones tomadas por el capítulo general de 1967, que había autorizado ciertas experiencias, había acudido a la Santa Sede para impedir se llevaran a la práctica algunas iniciativas, como por ejemplo la ley-marco para el oficio divino que se había obtenido del Consiliumpara la aplicación de la reforma litúrgica conciliar en favor de las regiones de USAy canadá. algunos capitulares, respetando en todo caso las convicciones perso-nales de dom Ignacio, creían que, si su conciencia no le permitía solidarizarse con las decisiones legítimamente tomadas por el capítulo general, debía dimitir. 13 dom armand Veilleux es abad de Scourmont desde 1999, después de haber sido abad de mistassini (canadá) de 1969 a 1976, de conyers (USA) de 1984 a 1990, Procurador de la orden de 1990 a 1998.14 En efecto, la Región canadiense y la de USA habían conseguido llevar expertos de sus regiones. dom Juan Eudes y el P. Rafael de Spencer eran los expertos de la región USA. también estaba el P. andrés maría de oka, experto de la comisión de la Revisión de las constituciones, y el P. maríe-gerard de mont-des-cats, experto de la comisión de liturgia. después de tratarlo en las reuniones de los primeros días, todos estos “expertos” tuvieron el derecho de participar en todas las asambleas plenarias.
Los cambios después del concilio Vaticano II40después de unos días de diálogo público, se tomó una decisión de compromiso, negociada fuera de la asamblea con gran tacto y mucha caridad el Vicario y mo-derador del capítulo, dom ambrosio. dom Ignacio presentaría su dimisión en el capítulo siguiente. En realidad la presentó en el de 1974 15. Yo estoy convencido de que la caridad y honestidad con que se hicieron estos intercambios y la gran humildad con que actuó dom Ignacio, contribuyeron mucho a crear el ambiente de confianza y respeto mutuo que marcaron el resto del capítulo. Ya que no se veía cómo dom Ignacio, a pesar de sus grandes cualidades, podría guiar a la orden en la búsqueda de caminos nuevos de renovación, el capítulo pensó en crear la función nueva de un “Secretario general” de la orden, parecido de algún modo al Secretario general de las naciones Unidas, para llevar a cabo esta función al lado del abad general. de hecho, se le dio un título un poco más modesto de “Secretario del consejo general”. de suyo era una solución patituerta, en otros términos, un remedio para salvar la situación 16. la verdad es que fun-cionó muy bien, sin duda, debido, por una parte, al gran tacto del que fue elegido para este cargo, dom Juan Eudes Bamberger y, por otra, a la gran humildad de dom Ignacio. cuando dom Juan Eudes fue hecho abad de genesee unos años más tarde, no fue reemplazado por otro en este cargo, que dejó de existir.otra posible causa de las grandes tensiones en la apertura del capítulo fue el deseo de las Regiones del otro lado del atlántico de obtener mayor autonomía para sus casas y mayor pluralismo para llevar a cabo los valores monásticos. Este deseo de pluralismo les parecía peligroso a otras Regiones que veían en la unifor-midad de observancias una garantía de la unidad de la orden. Esto, naturalmente, estaba relacionado con la cuestión candente de la revisión de las constituciones, tanto más que el proyecto de una “nueva carta de caridad”, elaborado por una comisión realizada en 1967, no había sido muy bien acogido. Una nueva distribu-ción de las materias, propuesta por dom agustín Roberts y aceptada por el capí-tulo con algunas modificaciones, permitió esquivar la dificultad. Según este nuevo orden de materias, se trataría primero de la definición de la Vida cisterciense. Fue una iniciativa providencial.Se habló en primer lugar de elaborar una “definición descriptiva de la orden”. En seguida se cayó en la cuenta de que no era posible “definir” la vida cisterciense como si se tratase de algo abstracto. tampoco se la podía “describir”, ya que la vida cisterciense es una realidad empírica que ha tenido muchos aspectos y formas a lo largo de los siglos. no se la podría “describir” sin tomar a priori, y arbitrariamen-te, elementos que se harían entrar en la “descripción”. así que se decidió redactar 15 Fiel a su sentido de obediencia a la Santa Sede, poco antes del capítulo de 1971 presentó su dimisión a la congre-gación de Religiosos, que le dijo que continuase en el cargo.16 “Recipe for disaster”: receta para un desastre.