4 de septiembre de 2022, 23º domingo "C

Sab 9:13-18; Phm 9-17; Lc 14:25-33

Homilía

           Al entrar en la fase final del año litúrgico, el ciclo de lecturas dominicales nos recuerda con mayor énfasis algunos aspectos fundamentales de la vida cristiana, especialmente la necesidad de pertenecer radicalmente a Cristo. 

           El texto del Evangelio de Lucas que acabamos de leer está en el centro de una larga sección (9,51-19,27) cuyo tema principal es la subida de Jesús a Jerusalén, donde será condenado a muerte.  En este punto, grandes multitudes le siguen en su ascenso.  Le aclamarán el Domingo de Ramos cuando entre en Jerusalén, pero también sabemos lo rápido que le soltarán y exigirán su muerte. 

           Es a estas multitudes -no a unos pocos discípulos elegidos- a quienes Jesús expone las exigencias que se plantean a quien quiere seguirle.  Estas exigencias pueden resumirse en dos: la primera es la que San Benito resume en su Regla con las palabras: "No prefieras nada a Cristo". (RB 4,24) "Si alguien viene a mí -dice Jesús- y no me prefiere a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, e incluso a su propia vida, no puede ser mi discípulo".  El segundo requisito es la disposición a aceptar todos los sufrimientos, incluida la incomprensión y la persecución que puede provocar una opción tan radical.  Es de esta "cruz" de la que habla Jesús, no de las pequeñas mortificaciones que uno puede imponerse a sí mismo.  "El que no lleva su cruz y camina detrás de mí, no puede ser mi discípulo". 

           A continuación, Lucas relata dos logia de Jesús que es el único evangelista que ha conservado.  Se trata de dos enseñanzas de la prudencia humana: antes de empezar a construir algo, hay que sentarse a examinar si se tiene todo lo necesario para completar el proyecto; y antes de ir a la guerra contra alguien, hay que comprobar si se tiene la fuerza necesaria para no ser aplastado por el adversario.

           Después de estas dos observaciones de sentido común, Jesús continúa: "Igualmente... - y este 'igualmente' es muy importante: quien de vosotros no renuncie a todos sus bienes no puede ser mi discípulo".  Esto demuestra que, en el pensamiento de Jesús, la única actitud "prudente" si se quiere ser su discípulo, es desprenderse de todo lo que no es Él.  Esta es la única actitud "prudente", porque de lo contrario no se puede ser feliz, estando dividido entre dos amos.  Donde está tu tesoro, allí está tu corazón.  Y donde está tu corazón, está tu felicidad.  Si nuestro corazón está dividido entre Jesús y otra cosa, no podemos ser felices porque sólo vivimos divisiones internas e insatisfacción. 

           En la segunda lectura tenemos un hermoso ejemplo de alguien que supo abandonarlo todo para seguir a Cristo, el apóstol Pablo.  Cuando Pablo hizo su opción radical por Jesús, significó una ruptura radical con todo su pasado y sus relaciones anteriores.  Incluso significaba la cárcel, y es desde la cárcel desde donde escribe a Filemón.  E insta a Filemón a actuar a contracorriente por fidelidad a Cristo, recibiendo a su esclavo Onésimo no como un esclavo, sino como un hermano amado.  Las exigencias concretas del seguimiento de Cristo son a menudo imprevisibles.

Armand Veilleux