Miércoles después de la Epifanía - 5 de enero de 2022

1 Juan 4, 11-18; Marcos 6, 45-52 

Homilía

           Acabamos de celebrar la venida de Cristo al mundo.

           Hace unos días, la celebración de la Epifanía nos recordaba que Jesús vino a llevar la Buena Noticia a todas las naciones.

 

           En el Evangelio de hoy, Jesús se toma un tiempo para estar a solas y rezar.  Y, por supuesto, esto es particularmente importante para nosotros, para quienes la oración contemplativa está en el corazón de nuestra vocación.  Primero, Jesús despide a sus discípulos; luego se toma el tiempo de despedir a la multitud, atendiéndola hasta el final.  Después, sube a la colina para orar a su Padre, pero es consciente de que sus discípulos se afanan, porque están remando contra la corriente y están agotados.  Esto es alentador para nosotros cuando también atravesamos aguas turbulentas.  Más tarde, durante la noche, se acerca a ellos, caminando sobre las aguas.

           Aparte de la propia narración, sólo hay una frase pronunciada en este texto.  Son las palabras de Jesús: "Ánimo", soy yo, no tengáis miedo".  Esta frase consta de tres elementos:

a) "Ánimo".  Jesús es consciente de que sus discípulos están pasando por un momento difícil.  No niega su dificultad.  No les dice "Vamos, es fácil".  Sabe que no es fácil y por eso les anima diciéndoles "¡Ánimo!".  Lo mismo nos dice a nosotros cuando también pasamos por dificultades.  No nos invita a negar o ignorar las dificultades, sino que nos invita a atravesarlas con valor.

b) "Soy yo".  Esta es la verdadera razón por la que deben tener valor.  El Señor está con ellos.

c) "No tengáis miedo".  Esta es una de las recomendaciones más frecuentes del Nuevo Testamento.  A María, el ángel Gabriel le dice: "No temas, María...". A José, el mismo ángel le dice: "No tengas miedo de tomar a María como esposa..." La misma recomendación al Pastor en la noche en que nace Jesús.  Y en la mayoría de las apariciones después de la Resurrección oiremos las mismas palabras:  "No tengáis miedo".

           En cuanto Jesús subió a la barca el viento amainó.  Sea cual sea la tormenta que atravesemos en la vida, sabemos que no hay razón para tener miedo y que el viento amainará si dejamos que Jesús suba a nuestra barca.

Armand VEILLEUX